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¿Cómo hacer un filete holandés de la abuela de manera saludable?

Schnitzel holandés de la abuela: un tesoro de la cocina checa que merece regresar a nuestros platos

En cada familia hay al menos un plato que, aunque pueda parecer insignificante, ha dejado una huella en la memoria de varias generaciones. Para algunos son los bollos de levadura, para otros el fragante asado, y para otros más, el schnitzel holandés según la receta de la abuela. ¿Por qué este plato, que no tiene casi nada que ver con Holanda, está tan profundamente arraigado en la cocina checa? ¿Y por qué merece regresar a los hogares actuales, donde cada vez más se busca un equilibrio entre la tradición y un estilo de vida moderno y saludable?

El schnitzel holandés es un plato que no solo lleva sabor, sino también una historia. No es un plato que impresione por su exotismo, pero su esencia casera, su simplicidad y su riqueza lo convierten en un clásico que nunca ha desaparecido del todo, aunque a veces se olvida. Y precisamente hoy, en una época en la que la gente vuelve a recurrir a recetas caseras, ingredientes de calidad y cocina honesta, el schnitzel holandés al estilo de la abuela está experimentando un regreso discreto, pero muy placentero.

¿Por qué "holandés" si es tan checo?

Comencemos con lo que desconcierta a la mayoría: ¿por qué un plato de carne molida con queso, empanizado como un schnitzel, se llama "holandés" si no tiene casi ninguna conexión histórica con Holanda? Según algunas teorías, el nombre está inspirado en una variante "holandesa" de la carne molida, que apareció en los menús de los restaurantes checos. Otros afirman que fue simplemente un truco de marketing para darle un toque especial a una hamburguesa común. Sea cual sea su origen, hoy el "schnitzel holandés" es un término que la mayoría asocia con almuerzos caseros, comedores escolares o, precisamente, con la cocina de su abuela.

El verdadero schnitzel holandés, tal como muchos lo recuerdan, es una combinación de carne molida, queso rallado y especias, que se forma en una tortita, se empaniza y se fríe hasta dorar. Suena simple, y ahí radica su encanto. En la simplicidad a menudo se encuentra la mayor fuerza de la cocina tradicional.

La receta de la abuela, que se transmite

En cada familia, la receta varía un poco. Algunos agregan un poco de mostaza, otros insisten en que la carne debe ser recién molida, idealmente una combinación de carne de res y cerdo. No pueden faltar los huevos, un poco de pan rallado para espesar, y sobre todo, el queso. A menudo se elige el clásico edam, pero también es común el gouda o el cheddar. Es el queso el que le da al schnitzel holandés su típica suavidad y sabor ligeramente salado.

Muchos recordarán cómo la abuela estaba en la cocina, volteando lentamente los schnitzels en la sartén, y el inconfundible aroma de la cocina casera se esparcía por el aire. Se servían con puré de papas, a veces solo con pan y pepino, pero siempre se comían hasta el último bocado. Las abuelas sabían que no se trataba solo de alimentar: se trataba de hospedar, unir a la familia en torno a la mesa y crear un momento que se recordaría.

Hoy en día, cuando a menudo se cocina a toda prisa y se consume la comida frente a la computadora o en el camino, tal vez se está perdiendo esa atmósfera que el schnitzel holandés simboliza. Pero por eso mismo, su regreso tiene sentido: como un recordatorio de que la comida puede ser más que solo combustible.

Sabor tradicional en un formato más saludable

Por supuesto, hoy en día se exigen cosas diferentes a la alimentación que hace treinta años. Las personas se interesan más por la composición de los alimentos, el origen de los ingredientes y los impactos de su dieta en la salud. Pero eso no significa que tengamos que abandonar las recetas tradicionales. Al contrario, se pueden adaptar a las nuevas demandas.

El schnitzel holandés se puede preparar fácilmente en una versión más saludable, que conserve su carácter pero sea más amable con el cuerpo y el planeta. Basta con sustituir la fritura en aceite por el horneado, usar queso con menos grasa en lugar del clásico edam, añadir hierbas frescas y optar por carne de cultivo orgánico o sustituir la proteína animal por una alternativa vegetal.

¿Una versión vegetal del schnitzel holandés? ¡Por qué no! Hoy en día ya existen excelentes sustitutos de carne molida basados en proteína de guisante o soja, que en combinación con queso vegetal crean una excelente alternativa. Y si se acompaña de puré de papas casero con leche vegetal y verduras asadas, se obtiene un plato completo y sabroso que agradará incluso a quienes evitan los productos animales.

Este enfoque muestra perfectamente que la tradición y la sostenibilidad no tienen que ser contradictorias; al contrario, pueden complementarse mutuamente.

Una historia de hogar

Una madre de la región central de Bohemia nos contó cómo decidió preparar por primera vez el schnitzel holandés según la receta de su abuela, que ya no estaba con ellos. Encontró un viejo cuaderno de recetas, donde junto a manchas de grasa y varias notas, encontró este tesoro. Pasó toda la tarde preparándolo, involucró a sus dos hijos, que por primera vez empanizaban los schnitzels en harina, huevos y pan rallado. Cuando se sentaron a la mesa, se hizo el silencio, ese silencio que conocemos de esos momentos en que la comida es tan buena que por un momento se detienen las conversaciones. "Fue una de las cenas más bonitas que hemos tenido", dice sonriendo. "Y no fue por la comida en sí. Fue por lo que la comida representaba."

Cuando las recetas llevan valores

Esa es precisamente la fuerza de una receta como el schnitzel holandés de la abuela. No es solo una mezcla de carne y queso, es un pedazo de tradición, hogar y cuidado. En estos tiempos apresurados, cuando cada vez más se habla de volver a la sostenibilidad, es bueno recordar que incluso en la cocina se puede unir el pasado con el presente. Que los platos que conocemos desde la infancia no tienen por qué ser olvidados: pueden ser simplemente redescubiertos.

Y quizás por eso el schnitzel holandés debería permanecer incluso en los libros de cocina modernos. No como un relicto del pasado, sino como un recordatorio de que la cocina casera honesta tiene sentido. Y que incluso el plato más sencillo puede llevar consigo algo más profundo: el sabor del hogar, el toque del pasado y la promesa de tiempo compartido.

Como dijo una vez el filósofo gastronómico francés Jean Anthelme Brillat-Savarin: "Dime lo que comes y te diré quién eres." En ese caso, tal vez todos puedan desear que una vez alguien diga de ellos: "Comió schnitzels holandeses según la receta de su abuela. Y los comió con respeto."

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