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Cómo hacer bechamel, la salsa que transformará tu cocina en una experiencia

El secreto de la bechamel perfecta: la base cremosa no solo para lasaña

En cada cocina hay recetas que pasamos de generación en generación. Ya sea para pasteles festivos, un guiso familiar o pasta casera, a menudo es la simplicidad y la honestidad de los ingredientes lo que hace que un plato sea inolvidable. Una de esas bases tradicionales es la bechamel, una salsa cremosa que no solo es un clásico culinario, sino también un pilar de muchos platos populares, incluido el famoso plato de lasaña.

La salsa bechamel, también conocida como salsa blanca, tiene su origen en la cocina francesa, pero se ha ganado su lugar en toda Europa. En Italia, donde es un componente común de la lasaña tradicional, se le llama "besciamella". Su sabor suave, consistencia aterciopelada y versatilidad la predisponen a ser un elemento fijo en la cocina casera. Ya sea que prepares lasaña, verduras gratinadas, musaka o patatas gratinadas, la bechamel aporta cremosidad y profundidad de sabor a cada plato.

¿Cómo preparar bechamel? Una receta que cualquiera puede manejar

Aunque la bechamel puede parecer complicada, su preparación es en realidad muy sencilla. Solo necesitas tres ingredientes básicos: mantequilla, harina y leche. La clave del éxito es sobre todo la paciencia y mezclar constantemente, lo que evitará la formación de grumos.

Para una base sencilla de bechamel, toma la misma cantidad de mantequilla y harina fina: con 50 gramos de cada uno es suficiente. Deja que la mantequilla se derrita lentamente, mezcla la harina y sofríe brevemente para crear un roux claro. Luego, agrega medio litro de leche entera poco a poco y sigue mezclando para que la salsa no tenga grumos. Finalmente, sazona con sal, pimienta blanca e incluso nuez moscada si te gusta.

Procedimiento: En una cacerola, primero derrite la mantequilla. Una vez derretida, incorpora la harina y deja que se "tueste" — basta con 1–2 minutos, hasta que empiece a dorarse ligeramente. Luego, agrega gradualmente la leche, preferiblemente caliente, y sigue mezclando con un batidor. Una vez que la salsa espese, sazónala al gusto con sal, pimienta y nuez moscada. Y ya está listo.

Esta sencilla salsa encierra sorprendentemente muchas posibilidades. Puedes enriquecerla con queso rallado y crear una variante de queso para pastas gratinadas, por ejemplo. O suavizarla con leche vegetal y usarla en la cocina vegetal.

Bechamel y lasaña - una combinación que funciona

Si tuviéramos que nombrar un plato en el que la bechamel es un componente imprescindible, sería sin duda la lasaña con bechamel. Las clásicas lasañas boloñesas, conocidas como "lasagne alla Bolognese", combinan capas de pasta fina con ragú de carne picada y la salsa bechamel, que aporta humedad y armonía de sabores a todo el plato.

Preparar lasaña con bechamel no es complicado, pero requiere algo de tiempo y planificación. La base es un buen ragú de carne, bechamel casero y, por supuesto, láminas de pasta — idealmente frescas, pero también sirven las secas si se cocinan brevemente de antemano o si son láminas que no necesitan cocción.

¿Un ejemplo práctico? En una familia italiana de la región de Emilia-Romagna, de donde proviene la receta original de lasaña, se suelen preparar los fines de semana, cuando la familia tiene tiempo de sentarse a la mesa. Cada miembro de la familia tiene su rol en la preparación: alguien prepara la masa, otro cocina el ragú y otro mezcla la bechamel. El resultado es un plato sustancioso, pero suave, que es símbolo de compartir en familia y tradición.

¿Qué hace una buena bechamel para lasaña?

Cuando se dice "bechamel para lasaña", algunos solo piensan en una salsa lechosa que humedece la pasta. Pero la bechamel hace mucho más en una lasaña. Une las capas, suaviza la textura de la carne y la pasta y crea un bocado cremoso que literalmente se derrite en la boca.

Al mismo tiempo, actúa como un aglutinante — mantiene los componentes individuales de la lasaña juntos para que no se desmoronen al servir. Por eso es importante que la bechamel sea lo suficientemente espesa, pero no demasiado. La consistencia debe ser tal que la salsa caiga lentamente de la cuchara. Una bechamel demasiado líquida podría hacer que la lasaña se empape, mientras que una demasiado espesa la haría innecesariamente pesada.

La elección de la leche también es importante. La leche entera aporta plenitud y cremosidad a la salsa, mientras que las variantes desnatadas pueden resultar en un sabor menos sustancioso. En las versiones vegetarianas o sin lactosa, se pueden usar con éxito leches vegetales, como la de avena o almendra, pero siempre es necesario elegir una que tenga un sabor neutro.

Consejos para una lasaña con bechamel perfecta

Cada uno tiene su receta favorita de lasaña, pero algunos trucos pueden ayudarte a elevar tu cocina casera a un nuevo nivel.

  • Usa ingredientes frescos. Mantequilla de calidad, leche entera y nuez moscada recién rallada hacen la diferencia.
  • Cocina la bechamel con paciencia. No te apresures y deja que la salsa espese lentamente. Así evitarás grumos y obtendrás una consistencia suave.
  • No temas a las capas. Una lasaña ideal tiene al menos tres o cuatro capas, alternando ragú, pasta y bechamel.
  • El gratinado es clave. La última capa de bechamel y queso crea durante el horneado una corteza dorada que es visual y gustativamente irresistible.

Como dijo el famoso chef francés Auguste Escoffier: "La perfección se esconde en la simplicidad." Y la bechamel es prueba de ello. Tres ingredientes básicos, pero infinitas posibilidades de uso.

En la cocina moderna, hoy en día también encontramos versiones ligeras o veganas de la bechamel, que trabajan con grasas vegetales y harina sin gluten. Estas variantes también tienen su lugar, ya sea por intolerancias, elecciones éticas o simplemente por el deseo de cambio. Pero la base sigue siendo la misma: el deseo de una salsa suave, nutritiva y reconfortante que aporte una nueva dimensión a los platos.

Si hasta ahora has considerado la bechamel solo como "algo para lasaña", tal vez sea hora de verla de otra manera. Pruébala en brócoli gratinado, con pescado o en lugar de crema en el puré de patatas. Las posibilidades son casi infinitas. Y tal vez descubras que la bechamel no es solo una salsa, sino un pequeño milagro culinario escondido en ingredientes comunes.

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