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Cuando el virus llama a la puerta: ¿qué realmente nos derriba y cómo reconocerlo?

Otoño, invierno y cada vez más a menudo también primavera: periodos en los que en guarderías, escuelas y oficinas se propaga una infección tras otra. La palabra viróza (enfermedad viral) se escucha más que nunca. Los médicos la utilizan a menudo como un término general para enfermedades virales que no se pueden diagnosticar con precisión sin pruebas de laboratorio. Pero, ¿qué es realmente una viróza? ¿Y cómo reconocer si se trata de un simple resfriado, gripe o tal vez una gastroenteritis viral?

¿Qué es una viróza y por qué nos afecta cada año?

El término "viróza" es un término médico simplificado usado para infecciones causadas por virus. Puede ser un resfriado común, pero también una bronquitis, gripe o incluso algunos tipos de amigdalitis. Los virus se propagan por gotitas, contacto o superficies contaminadas, y como no se trata de una infección bacteriana, los antibióticos son innecesarios en estos casos.

Mucha gente pregunta: ¿Cuánto dura una viróza? La respuesta no es sencilla, ya que depende del tipo específico de virus, del sistema inmunológico del paciente y del curso de la enfermedad. En general, se estima que la duración es de 5 a 10 días, aunque algunos síntomas, especialmente la tos o el cansancio, pueden persistir más tiempo.


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Virózas actuales y sus manifestaciones

Cada estación del año trae consigo una diferente "mezcla" de enfermedades virales. En primavera y otoño son comunes las virózas respiratorias, que se manifiestan con secreción nasal, dolor de garganta, tos y a veces fiebre. En invierno se suman los virus gripales, que suelen tener un inicio repentino, fiebre alta, dolores musculares y articulares. Los meses de verano a veces traen gastroenteritis virales, conocidas también como "gripes de verano".

Uno de los fenómenos actualmente extendidos son las virózas que se manifiestan con las llamadas placas en las amígdalas. Estas son manchas blancas o amarillentas que pueden parecer erróneamente una amigdalitis bacteriana. La diferencia entre una infección viral y una bacteriana a menudo se puede reconocer solo por el cuadro clínico general y un posible cultivo de garganta. Los médicos por lo tanto recomiendan no entrar en pánico y no exigir antibióticos "solo por si acaso".

En la presente temporada, según datos del Instituto Nacional de Salud, se están propagando principalmente rinovirus, adenovirus y enterovirus. Los primeros causan resfriados comunes, los segundos pueden tener un curso más complicado y afectar incluso los ojos o el tracto digestivo. Los enterovirus son los principales culpables en los niños, donde pueden causar gastroenteritis, erupciones o incluso meningitis, aunque esto es muy raro en nuestras condiciones.

Gastroenteritis viral: inicio rápido, recuperación lenta

Cuando hablamos de virózas que "no se manifiestan con secreción nasal", a menudo nos referimos a la gastroenteritis viral, conocida coloquialmente como "gripe intestinal". En realidad, no tiene nada que ver con la gripe. Los causantes suelen ser norovirus, rotavirus o adenovirus, que provocan un inicio repentino de vómitos, diarrea, dolor abdominal y a menudo fiebre.

Mientras que en los niños el curso suele ser más común y a veces más grave debido a la rápida deshidratación, los adultos generalmente superan la enfermedad en 2-3 días de curso intenso y varios días posteriores de recuperación. Las experiencias de madres de niños pequeños a menudo hablan por sí mismas: "el domingo el niño vomita, el lunes la madre, el martes el padre" — los virus son implacables y se propagan con mucha facilidad.

La higiene de manos, la ventilación frecuente y el lavado minucioso de frutas y verduras pueden reducir significativamente el riesgo de transmisión. Desafortunadamente, ni siquiera una prevención cuidadosa es una garantía total, ya que algunos virus sobreviven en superficies durante varios días.

¿Viróza o amigdalitis? Cuando aparecen placas en las amígdalas

Uno de los motivos más comunes de visita al médico en niños es el dolor de garganta asociado con manchas blancas en las amígdalas, las llamadas placas. Estas pueden ser un síntoma tanto de infección viral como de amigdalitis bacteriana, lo que a veces complica el diagnóstico. La diferencia clave está en los síntomas acompañantes.

En una infección viral el dolor de garganta suele ir acompañado de secreción nasal, tos o incluso conjuntivitis. La fiebre suele ser leve o inexistente. En cambio, la amigdalitis bacteriana (generalmente causada por estreptococos) trae consigo fiebre alta, dolor notable al tragar y a veces inflamación de los ganglios del cuello. Así, el médico suele realizar un cultivo de garganta o una prueba de CRP con una gota de sangre para decidir si los antibióticos son realmente necesarios.

Es fascinante que incluso entre los médicos existen diferentes enfoques: mientras que algunos administran antibióticos más pronto que tarde, otros eligen una táctica de espera y recomiendan reposo, suficiente líquido y tratamiento de apoyo.

¿Cómo lidiar con una viróza y qué realmente ayuda?

El tratamiento de las virózas es principalmente sintomático. Esto significa que nos enfocamos en aliviar los síntomas: reducir la fiebre, calmar el dolor, apoyar la inmunidad y suficiente descanso. Son adecuados los remedios naturales, como el té de jengibre, miel, jarabe de cebolla o hacer gárgaras con agua salada. Los suplementos con vitamina C, zinc y equinácea pueden ayudar a acortar la duración de la enfermedad, pero aún no existe una cura milagrosa para los virus.

Especialmente en niños, es importante asegurarse de que ingieran suficientes líquidos, ya que la deshidratación puede complicar el curso de la enfermedad. En caso de gastroenteritis viral, es recomendable usar probióticos, que ayudan a regenerar la flora intestinal y acortar la duración de la diarrea.

Uno de los enfoques comprobados es la llamada dieta BRAT — bananas, arroz, manzanas y tostadas — alimentos que no sobrecargan el tracto digestivo y al mismo tiempo proporcionan la energía necesaria. También es adecuado incluir un caldo fuerte, o alimentos fermentados.

¿Puede una viróza durar más de una semana?

Sí, y no es nada inusual. Aunque la mayoría de las infecciones virales desaparecen en pocos días, los síntomas residuales como tos, fatiga o leve dolor de garganta pueden persistir incluso 2-3 semanas. Sin embargo, si la condición empeora o aparecen nuevos síntomas (por ejemplo, dolor intenso en el pecho, dificultad para respirar, erupciones o deshidratación), es necesario consultar al médico. A menudo puede tratarse de una sobreinfección bacteriana que requiere tratamiento con antibióticos.

Una cita de un médico de atención primaria lo resume con precisión: “El mejor tratamiento para una viróza es reposo, té y paciencia. Los antibióticos son como un martillo para un mosquito. A veces ayudan, pero la mayoría de las veces destruyen toda la casa innecesariamente."

La prevención como el mejor remedio

Ningún artículo sobre virózas estaría completo sin mencionar la prevención. El lavado regular de manos, la ventilación y el fortalecimiento de la inmunidad son fundamentales. Vale la pena prestar atención a una dieta saludable, suficiente sueño y ejercicio al aire libre. En épocas de mayor incidencia de infecciones, se puede considerar la administración preventiva de inmunoestimulantes naturales, como betaglucanos, espino amarillo o ajo.

¿Un ejemplo práctico? Una familia con niños pequeños que comenzó a incluir regularmente alimentos fermentados, como kéfir casero, chucrut o sopa de miso, notó menos ausencias en la guardería y en el trabajo en la temporada siguiente. La inmunidad es un sistema que necesita entrenamiento, y las virózas son desafortunadamente uno de sus "maestros".

Así que, cuando la próxima vez suene el primer estornudo en el tranvía o un niño vuelva de la guardería con los ojos brillantes y un resfriado, no será una sorpresa. La viróza está con nosotros, nos guste o no. Lo que podemos influir, sin embargo, es cómo la enfrentamos: con comprensión, calma y un poco de sabiduría natural.

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