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Presión arterial en los ancianos: ¿qué es normal y cuándo preocuparse?

Envejecer es una parte natural de la vida, pero trae consigo una serie de cambios que a menudo requieren más atención. Uno de estos cambios es la fluctuación de la presión arterial, que no es inusual en la población mayor. Mientras que en personas más jóvenes la presión arterial puede ser bastante estable, en los ancianos cambia con la edad tanto en sus valores como en la reacción del cuerpo a las fluctuaciones. Y precisamente la presión arterial en personas mayores de 70 años merece especial atención.

A pesar de que la presión alta y baja son bien conocidas, pocos saben exactamente qué se considera normal en personas mayores y cuándo es un riesgo para la salud. Dado que con la edad también aumentan otras enfermedades crónicas, la presión arterial no es solo un indicador secundario, a menudo es una señal clave de cómo está realmente el cuerpo.

¿Cómo cambia la presión arterial con la edad?

En la mediana edad, se consideran ideales los valores alrededor de 120/80 mmHg. Sin embargo, en los ancianos a menudo se observan valores más altos, por ejemplo, alrededor de 140/90 mmHg, y no siempre significa un problema de salud. Con la edad, los vasos sanguíneos pierden elasticidad, lo que puede llevar a un leve aumento de la presión sistólica (el número superior). Esta condición se llama hipertensión sistólica aislada y es común especialmente en personas mayores de 70 años.

Por otro lado, la presión arterial baja en los ancianos puede ser tan problemática como la alta, especialmente si provoca mareos, debilidad o incluso caídas. Resulta que una presión demasiado baja en la vejez puede empeorar la irrigación sanguínea del cerebro y otros órganos, y contribuir a la fatiga, confusión o disminución de las funciones cognitivas.

¿Cuál es la presión arterial normal en los ancianos?

No existe un valor único que sea ideal para todos. Hoy en día, los médicos recomiendan un enfoque individualizado: la presión arterial en una persona mayor de 70 años debe ser tal que no ponga en riesgo el funcionamiento del organismo y, al mismo tiempo, minimice el riesgo de complicaciones cardiovasculares. Sin embargo, en general, se considera aceptable una presión alrededor de 130–140/80–90 mmHg para la mayoría de las personas de edad avanzada.

Según las recomendaciones de la Sociedad Europea de Cardiología, la presión sistólica en los ancianos no debe reducirse terapéuticamente por debajo de 130 mmHg, pero tampoco debe exceder los 150 mmHg a largo plazo. La presión diastólica (el valor inferior) idealmente debería mantenerse entre 70 y 90 mmHg.

Es importante destacar que más que los números en sí, los síntomas juegan un papel crucial. Un anciano con una presión de 145/85 mmHg que se siente bien puede estar en mejor estado de salud que alguien con una presión de 120/70 y mareos frecuentes.

Cuando la presión arterial aumenta: presión alta en los ancianos

La presión arterial alta en los ancianos –es decir, la hipertensión– es una de las enfermedades crónicas más comunes en la vejez. Según datos de la OMS, más de dos tercios de las personas mayores de 65 años sufren de hipertensión. El problema es que la presión elevada a menudo no duele y a largo plazo puede no causar problemas evidentes. Sin embargo, precisamente esta naturaleza "silenciosa" lo convierte en un enemigo peligroso.

Una presión arterial alta a largo plazo aumenta el riesgo de accidente cerebrovascular, infarto, insuficiencia cardíaca o daño renal. Además, en los ancianos, el problema es que a menudo la hipertensión se acompaña de otros diagnósticos como diabetes, trastornos de memoria u osteoporosis.

Un escenario típico puede ser, por ejemplo, una señora de ochenta años que tiene una presión de alrededor de 160/90 mmHg, pero se siente estable. Sin embargo, si también sufre de diabetes y tiene problemas renales, es importante controlar la presión más estrictamente, ya que cualquier aumento en los valores puede tener consecuencias graves.

El tratamiento de la presión alta en personas mayores debe ser muy cuidadoso: una reducción demasiado agresiva de la presión puede llevar a mareos, riesgo de caídas y pérdida de orientación. En algunos casos, una presión "ligeramente elevada" es un mal menor en comparación con las complicaciones asociadas con su rápida reducción.

Presión arterial demasiado baja: el silencioso culpable de caídas y debilidad

En el otro extremo del espectro está la presión arterial baja en los ancianos, que a menudo se pasa por alto. Sin embargo, la hipotensión puede ser la causa de caídas frecuentes, debilidad repentina o incluso pérdida de conciencia. En las personas mayores, la presión puede bajar fácilmente, por ejemplo, al levantarse rápidamente de una silla, después de una comida abundante o debido a ciertos medicamentos.

Uno de los casos comunes es la llamada hipotensión ortostática, donde la presión baja significativamente al cambiar la posición del cuerpo, por ejemplo, al levantarse. Esta condición puede manifestarse con mareos repentinos, náuseas o incluso pérdida breve de conciencia. En los ancianos, que a menudo viven solos y ya tienen una estabilidad reducida, este fenómeno representa un gran riesgo de lesiones.

Otro factor que puede reducir la presión es la deshidratación. Las personas mayores a menudo tienen una menor sensación de sed y beben menos, lo que puede llevar a una disminución del volumen sanguíneo y, posteriormente, a una disminución de la presión. Especialmente en verano, una ingesta adecuada de líquidos es crucial.

¿Cómo mantener la presión arterial en equilibrio?

La base es la medición regular, idealmente a la misma hora y en el mismo lugar. Los tensiómetros modernos permiten un seguimiento fácil incluso en el hogar y ayudan al médico a evaluar mejor la tendencia a largo plazo. Además, es importante observar los síntomas, por ejemplo, si el anciano se siente fatigado, tiene mareos frecuentes o le cuesta respirar.

El estilo de vida también tiene un gran impacto en la presión arterial. En los ancianos, la actividad física suele estar limitada, pero incluso paseos cortos diarios o ejercicios ligeros pueden tener un impacto positivo. Asimismo, la alimentación juega un papel fundamental: una ingesta equilibrada de sal, suficiente potasio (por ejemplo, de frutas y verduras), la limitación del alcohol y una adecuada ingesta de líquidos son factores críticos.

Un enfoque interesante puede ser el uso de suplementos naturales y hierbas que apoyan la salud vascular, como el espino, el ajo o los ácidos grasos omega-3. Sin embargo, siempre es necesario consultar estos medios con un médico, especialmente si el anciano toma varios tipos de medicamentos.


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Un ejemplo puede ser el señor Karel, un exprofesor de 76 años que comenzó a tener problemas de mareos por la mañana. Después de consultar con su médico, se descubrió que su presión bajaba por debajo de 100/60 mmHg al despertar. Ajustar su rutina en casa, asegurar una ingesta suficiente de líquidos por la noche antes de dormir y aumentar ligeramente la ingesta de sal le ayudaron a estabilizar su presión y mejorar su calidad de vida.

Como dijo una vez William Osler, uno de los fundadores de la medicina moderna: "El médico trata las enfermedades, pero la naturaleza cura al paciente." Esto es especialmente cierto en los ancianos, donde un enfoque suave a menudo lleva a mejores resultados que una terapia radical.

¿Cuándo buscar un médico?

Las fluctuaciones de presión arterial son comunes, pero algunos síntomas deben ser una señal de advertencia. Estos incluyen:

  • Mareos frecuentes o desmayos
  • Debilidad repentina o confusión
  • Dolor en el pecho o dificultad para respirar
  • Desviaciones significativas en los valores medidos (por ejemplo, por encima de 180/110 o por debajo de 90/60)
  • Caídas repetidas sin causa aparente

No se trata solo de la presión arterial en sí, sino de la imagen general de la salud. Además, en los ancianos, es importante la colaboración con la familia o cuidadores, quienes pueden ayudar con la medición regular o reconocer las primeras señales de advertencia.

El cuidado de la presión arterial en la vejez no solo se trata de cifras, es un enfoque integral para el cuerpo, la mente y el entorno. Y aunque puede parecer que la presión alta o baja es solo uno de los muchos datos de salud, en realidad es la clave para la longevidad y la calidad de vida en la vejez.

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